CULTURA ORGANIZACIONAL HUMANISTA Y GESTIÓN EDUCATIVA ESCOLAR


UNIDAD CURRICULAR: CLIMA ESCOLAR: CULTURA EMANCIPADORA PARA  EL BUEN VIVIR
TEMA GENERADOR:
CULTURA  ORGANIZACIONAL   HUMANISTA  Y  GESTION  EDUCATIVA   ESCOLAR, COLECTIVA, DEMOCRATICA Y PARTICIPATIVA.

 Venezuela está en proceso de transición hacia una nueva estructura social, configurada por la presencia de una diversidad de agentes y prácticas sociales que obedecen a la lógica de la dinámica socioeconómica y cultural de un país. En consecuencia, es necesario transformar las estructuras y esquemas en todos los ámbitos sociales, particularmente en el aspecto educativo, hecho que presupone un cambio sustancial en el proceso. De allí que las instituciones educativas deben prepararse para una educación de alta calidad y productividad, con el fin de lograr las metas deseadas a través de un hacer y quehacer educativo. Como respuesta a esta solicitud, es imperante la integración de la comunidad  para lo cual se requiere en las escuelas la existencia de una cultura organizacional humanista, que responda a las exigencias de la construcción de una nueva sociedad.
En este sentido, la cultura organizacional humanista  en la integración escuela comunidad, se conjuga para dar respuesta a las transformaciones que en materia educativa, el país reclama.
 El concepto de Cultura Organizacional, desde el contexto práctico real, abarca la dinámica a través de la cual una organización interpreta necesidades, decide estrategias, gestiona procesos y maximiza el rendimiento (Fernández 2007). También la cultura organizacional se refiere a un sistema de significados compartidos entre sus miembros, diferenciando una organización de otra (Robbins 2009). Además, se define como “un conjunto de elementos interactivos fundamentales generados y compartidos por los miembros de una organización para lograr la misión de su existencia” (Aguirre, 2004:159). Por último, se considera la cultura organizacional como un sistema de creencias, valores, supuestos y normas que como un conjunto, caracterizan a la organización. De modo que las creencias, valores y normas, entre otros, conforman la cultura organizacional presente en el hacer  de los actores de la institución, estableciendo el comportamiento de cada uno de éstos en el contexto institucional.
 Por su parte Charles Handy citado por González y Bellino (1995), plantea cuatro tipos de culturas organizacionales: Dependiendo del énfasis que le otorga a algunos de los siguientes elementos: poder, rol, tareas y personas. Basado en esto, expresa que la cultura del poder se caracteriza por ser dirigida y controlada desde un centro de poder ejercido por personas claves dentro de las organizaciones. La cultura basada en roles usualmente identificada con la burocracia y se sustenta en una clara y detallada descripción de las responsabilidades de cada puesto dentro de la organización. La cultura por tareas esta fundamentalmente apoyada en el trabajo proyectos que realiza la organización y se orienta hacia la obtención de resultados específicos en tiempos concretos. Finalmente, la cultura centrada en las personas, como su nombre lo indica, está basada en los individuos que integran la organización (Pág.38).
 En tal sentido dentro del marco conceptual, la cultura organizacional humanista  tiene la particularidad de manifestarse a través de conductas significativas de los miembros de una organización, las cuales facilitan el comportamiento de las mismas y, se identifican básicamente a través de un conjunto de prácticas gerenciales y supervisoras, como elementos de la dinámica organizacional.
 Los planteamientos expresados son consistentes para afirmar que el hacer se debe caracterizar en la relación escuela  comunidad, que sirve de instrumento para mejorar y promover las relaciones con su entorno, por ende elevar la calidad de vida de sus miembros, cambio significativo centrado en lo humano, por lo tanto con énfasis en lo axiológico, requiere una reforma integral de la educación donde los protagonistas del hecho educativo conjuguen su participación de acuerdo a los requerimientos .  Por lo tanto, la integración escuela comunidad constituye un vínculo de apoyo al fortalecimiento de imagen, ya que la cultura organizacional no surge de la nada, sino de la diversidad de personas que en ella convergen con diferentes sistemas de creencias, valores y hábitos. Esta cultura tiene estrecha relación con estos sistemas, así como con los procesos de planificación, organización, dirección, control y evaluación. Al observarse estos aspectos se tiene una idea general de lo que se hace y la manera de hacer las cosas en una organización. Por esta razón se afirma que la cultura organizacional humanística  identifica la imagen de las organizaciones.
De modo que la escuela, como agente político, debe redefinir su función, trascendiendo lo pedagógico hacia el accionar comunitario, asumiendo la responsabilidad social de su contexto auto-referencial para que tales procesos se puedan realizar, consolidando la institución escolar que ha de transformarse en un espacio de participación, donde los distintos actores intervengan en forma activa, voluntaria y equitativa en los asuntos que les interesan y les preocupan (Oraisón y Pérez, 2006). En este sentido, la escuela debe poseer una visión del contexto, analizar situaciones e interrelacionar sus componentes, identificar aquellos que requieren mayor atención.
 Además, es necesario percibir, comprender y conciliar muchos factores para su certera inserción en la vida comunal, enmarcada siempre en las necesidades actuales de la sociedad. Esta integración implica la participación y el compromiso, entre otras acciones necesarias, para lograr que se involucren coordinando esfuerzos, propiciando la cooperación y crecimiento personal en cada uno de sus miembros, apreciando la integración como la disposición del hacer en el cual interviene la familia-comunidad.  Es así, que la participación social como integración “es la interrelación entre el plantel educativo, el contexto y la comunidad” (Flores y Agudelo, 2006: 82). Cabe destacar que el éxito de una organización depende de la claridad con que se definan, compartan y estimulen la misión y visión que ella posea, cualquiera sea su naturaleza. En el caso de las instituciones educativas donde convergen diversidad de personas, con diferentes sistemas de creencias, valores y hábitos, resulta prioritario favorecer espacios para el conocimiento, comprensión, discusión y asimilación de un credo común compartido para el logro de metas a través de la participación. Así se conformará una sólida cultura del trabajo dentro de la organización, que incluso puede irradiar valores, estimulando al paradigma de vida de las personas que la conforman. En este orden de ideas, la cultura desempeña diversas funciones dentro de la organización, debido a que la misma la delimita, conlleva al sentido de pertenencia, incide en el nivel de compromiso y mejora la estabilidad social. Asimismo, es un mecanismo de control que guía y modela tanto las actividades como los comportamientos de los involucrados; además, cuando la organización se institucionaliza, se conforma en un todo con vida propia que a la vez incide en sus integrantes para comprender y obtener conocimientos compartidos entre ellos y establecer el comportamiento apropiado, fundamentalmente con significado (Robbins, 2009). En consecuencia, los gerentes deben asumir tanto posiciones como acciones donde se manifieste de muchas maneras la distribución de la función gerencial y la participación democrática  de los involucrados en la toma de decisiones. El equipo que dirige la escuela puede establecer un ambiente estimulante que propicie el surgimiento de relaciones cordiales, con receptividad y respeto hacia la participación del colectivo, para lograr mayores niveles de eficiencia, de participación, con la mejor disposición para el trabajo. Ahora bien, partiendo de la percepción de la cultura organizacional como el sistema de valores, creencias y hábitos compartidos dentro de una organización, que genera normas de comportamiento, los gerentes educativos tienen la responsabilidad de desarrollar estrategias dirigidas a incrementar el proceso de participación con mayor coherencia, y lograr la unión entre  escuela comunidad; para ello se requiere de una adecuada gestión por parte de los directores para facilitar el logro de óptimos niveles de desarrollo organizacional. En la escuela se conforman nuevas conductas más acordes con las necesidades que conllevan a la vida en común, reforzando los valores personales y de convivencia adquiridos en la formación familiar; razón por la cual es necesaria la conexión estrecha entre la vida escolar y la vida familiar para lograr un vínculo de unión de sus actores educativos apreciado como interacción y participación de los mismos (Zerpa, 2008).
 De modo que es necesario un proceso de integración participativa y democrática de los actores educativos para la formación continua de aprendizaje permanente de los distintos agentes que lo integran: el consejo educativo, donde todos tienen derecho tanto de reconocimientos propios como de otros miembros de la comunidad sin diferencias sociales, culturales e ideológicas para contribuir al desarrollo de la ciudadanía y al aprendizaje para la vida en un clima de relaciones humanas, apoyados en el marco axiológico de formación de valores en un ambiente de convivencia social y ciudadana.
Cabe destacar que la escuela es un espacio público que requiere la participación ciudadana sin exclusiones y en igualdad de condiciones, que represente la voluntad de la construcción colectiva para contribuir con la acción educativa de la escuela en el proceso social de su comunidad (Martínez, 2005).
La escuela es un centro de referencia para cualquier comunidad, sin embargo la misma no puede convertirse en depositaria de alumnos que van sólo a aprender conocimientos. Por lo tanto, es necesario que se constituya en un espacio desde donde la comunidad se forma en el ser y en el hacer humano, que permita la transformación y configuración de un entorno de convivencia para la participación, para la paz , fundamentalmente para la vida integrada al entorno (López y Piñero, 2007).La propuesta del nuevo sistema educativo bolivariano, señala que no basta una reforma curricular, es necesario asumir cambios educativos dentro de una concepción transformadora en la cual se cualifiquen los aspectos más resaltantes de una cultura organizacional, humanística, tanto incluyente como eficiente, promoviendo la gerencia democrática y participativa. Asimismo, resalta la necesidad de desplazar la escuela tradicional como ya es conocida, por una escuela comunitaria, en un escenario de corresponsabilidad de los actores del proceso educativo, donde la familia asuma un nuevo papel en la ciudadanización de la sociedad que se propone construir (Ministerio del Poder Popular para la Educación, 2009).
Una de las formas de participación es tratada en el nuevo sistema educativo bolivariano basado en la cooperación del representante directamente en el aula de clase, en conjunción con el docente y el estudiante realizando actividades que beneficien al proceso educativo; por eso, al hablar de trabajo se hace referencia a la participación, pensando siempre en las actividades que diariamente se desarrollan en la comunidad, sin perder de vista que la participación lleva inmerso el empeño y entusiasmo de todos los que intervienen en el proceso. Romero (1993) destaca que existen varias formas de participación: a) la participación pasiva, cuando los grupos sociales son informados de los que otros decidieron, pero ellos están involucrados sin haber participado. Ella no asume retos, solo se limita a recibir información de lo que acontece y los mecanismos que implementará para buscar las salidas más oportunas; no le gusta asumir retos ni responsabilidades, desde una perspectiva cómoda ve pasar los acontecimientos sin hacerse partícipe, delegando la responsabilidad a quien se atreva a asumirla y culpando de su éxito o fracaso a la escuela; b) la participación responsable, la cual se manifiesta al aceptar el compromiso en el desarrollo de actividades y con los demás en la toma de decisiones, donde se manifieste la cooperación, solidaridad y sencillez que darán sustento a la organización grupa; y c) la participación consultiva en la que se practica la democracia participativa, haciendo un intento por establecer las condiciones para que cada quien exponga sus puntos de vista, ofreciendo sus sugerencias aunque no necesariamente se consideren al tomar decisiones. Para que la participación e integración se convierta en realidad, se hace necesario que todos los miembros de la comunidad asuman responsablemente su rol. La responsabilidad de que estos planteamientos se hagan efectivos, recae sobre los educadores por servir de instrumento, tener la facultad de preparar, formar y capacitar a la comunidad para que enfrente los retos que se le presenten; además, puedan resolver de manera organizada sus propios problemas a través de la educación para la vida (Monje, 1993). En este contexto, el Proyecto Educativo Integral Comunitario (PEIC), es el proyecto que realiza la comunidad educativa a partir de sus necesidades para el desarrollo de acciones pedagógicas, recreativas, culturales, tecnológicas, deportivas, artísticas, administrativas y sociales relacionadas con la comunidad con su contexto sociocultural natural; con enfoque participativo democrático de acción cooperativa, comunitaria con la participación ciudadana. Además, el proyecto de aprendizaje como el proyecto pedagógico de aula, es una estrategia de planificación didáctica que implica la investigación, propicia la globalización de aprendizajes, integra los ejes transversales y los contenidos en torno al estudio de situaciones, intereses o problemas de los educandos o la escuela con el objeto de promover una educación mejorada y contextualizada (Flores y Agudelo, 2006). En torno a esto, es necesario sensibilizar a los padres sobre la importancia de su participación activa en las actividades de la escuela; sin embargo se sugiere continuar planificando y ejecutando actividades con la participación de la familia en el marco del PEIC, propiciando interacciones positivas padre-docente, como corresponsables del proceso de formación de los niños y niñas (Carrasco, 2008), de modo que a través de esta herramienta se logre la unión de la escuela-comunidad, creando el escenario propicio para el desarrollo y enriquecimiento de las comunidades tanto en lo pedagógico-social como en lo cultural.
Asimismo, se concluye que la cultura organizacional humanista  es una herramienta eficaz para la interpretación de la vida y el comportamiento organizacional en gestión educativa.

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